Las grandes piedras de la antigua Via Appia, la calzada más importante del Imperio romano, se desdibujan unos kilómetros después de dejar atrás Roma, pero un nuevo proyecto pretende rescatarla del olvido y convertirla en camino transitable.

La idea es recuperar la llamada «Regina viarum», tal como la apodó el poeta latino Stazio, y que se convierta en un camino europeo de «turismo sostenible, lento, de revalorización de los lugares menos conocidos de Italia», según explicó esta semana durante la presentación del proyecto el ministro de Cultura italiano, Dario Franceschini.

La antigua Via Appia alcanza la ciudad de Brindisi, antiguo puerto romano asomado al Mar Adriático, tras cruzar transversalmente el territorio italiano durante 611 kilómetros, y aunque su trazado actualmente se pierda en algunos tramos, es posible recorrerla a pie tal como hicieron durante siglos los romanos.

A su paso encuentra primero monumentos como el Mausoleo de Cecilia Metella o la Villa de los Quintili y más adelante ciudades como Ariccia, en la región del Lazio, y Capua, en Campania, donde se esconde un anfiteatro romano, para seguir avanzando hacia el sur a través de los diferentes paisajes de cuatro regiones italianas y llegar al puerto de Brindisi, en Apulia.

Se prevé, aunque no se dieron fechas, que se restaurarán los monumentos y yacimientos arqueológicos que surgen a lo largo del camino y se creará un símbolo que indique la dirección a seguir, entre otras iniciativas como la creación de una web dedicada al camino y una aplicación para los dispositivos móviles.

Caminando sobre las grandes piedras, en muchos puntos recubiertas actualmente de cemento, se podrán descubrir paisajes diferentes de una Italia saturada por el turismo cultural en ciudades como Roma, Venecia o Florencia y tener una experiencia distinta.

El periodista italiano Paolo Rumiz, que recorrió este verano el supuesto trazado de la antigua Via Appia y demostró que es posible seguir esta ruta a pie, explicó que lo que le impulsó a hacerlo fue el «estupor de constatar que la primera gran calzada europea era un bien escondido y olvidado».

Según Rumiz, lo más característico de este camino, al que define como la «síntesis de la historia italiana», es que «tiene su sentido» en ambas direcciones de marcha.

«Si se hace hacia el Oriente te indica un destino laico, el camino por el que Roma conquistó el Mediterráneo», pero si se recorre en sentido contrario «se convierte en el camino realizado por San Pablo y San Pedro (…), por lo que es una gran vía religiosa sobre la que se funda la identidad religiosa de este país».

Los romanos comenzaron a construir la calzada en el 132 a. C. para conectar Roma con Capua y facilitar el movimiento de las tropas del ejército, aunque posteriormente se alargó hasta Brindisi y permitió una conexión directa del Imperio con Grecia, Egipto y el Medio Oriente.

A lo largo del camino surgieron hospederías, termas, tabernas, y todo tipo de servicios para los viajeros; también comenzaron a surgir villas de personajes adinerados del imperio que querían distanciarse del ruido de la gran ciudad.

Durante mucho tiempo fue una arteria principal y poetas de la época como Horacio la recorrieron de principio a fin entre mosquitos, noches de insomnio rodeado de malhechores, reencuentros entre amigos y vino de taberna en una travesía que contó en una de sus sátiras.

La Via Appia también ha sido testigo de advenimientos que han influido en la historia de la península itálica, como los seis mil rebeldes que se unieron al esclavo Espartaco y que fueron capturados y crucificados a lo largo de los márgenes del camino.

Incluso los aliados americanos en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial entraron a Roma en 1944 recorriendo el trazado de la antigua Via Appia.

Aunque Franceschini anunció que el 14 de octubre se reunirá con los presidentes de las regiones que atraviesa la calzada para organizar el proyecto, Rumiz afirma que quien quiera ya puede empezar, ya que «el camino se hace andando».