Una mañana de noviembre de 2013, Ingalill Ekberg, economista de Linköping, Suecia, de 57 años de edad, se despertó sintiendo un extraño adormecimiento en los brazos. Su esposo no se encontraba en casa, y ella no había dormido bien. De pie en el baño, de pronto sintió náuseas, mareo y una sensación opresiva en el pecho. Empezó a sudar. Quizá sea gripe,pensó, o tal vez se tratara de una reacción adversa al nuevo antihipertensivo que estaba tomando. Decidió llamar al número de información médica no urgente.

Ingalill no sabía que le estaba dando un infarto. No era diabética ni tenía sobrepeso, comía muchas verduras y frutas, jamás había fumado y hacía ejercicio habitualmente. Pero cuando describió sus síntomas, la operadora le dijo que iba a enviar una ambulancia. Ingalill, quien tiene tres hijos adultos, no sentía dolor, pero no podía respirar. En cuestión de minutos los socorristas llegaron y le hicieron un electrocardiograma. No había duda: estaba sufriendo un infarto a causa del bloqueo de una arteria coronaria. Cuarenta y cinco minutos después, Ingalill se hallaba en el Hospital de la Universidad de Linköping, donde le implantaron un stent (endoprótesis vascular) para desbloquear la arteria y restaurar el riego sanguíneo.

Luego, dos cardiólogos le examinaron el corazón y se sorprendieron al ver que no había sufrido daños.

—¿Cómo supo que le estaba dando un infarto? —le preguntaron.

—No lo sabía, pero la operadora sí, ¡gracias a Dios! —respondió Ingalill, quien hoy día asegura sentirse mucho mejor que hace unos meses.

No todas las personas corren con tanta suerte. En marzo de 2011, Jany de Pijper, de 59 años, de Strijen, Holanda, notó que le faltaba el aliento mientras daba un paseo con su perro. Pasó 24 horas en un hospital conectada a un monitor cardiaco, pero los médicos dijeron que no veían nada anormal en su corazón y la enviaron a casa. Cuando, 15 días después, le dio un infarto, aquéllos descubrieron que la arteria coronaria izquierda estaba obstruida y que la paciente había sufrido dos ataques cardiacos “silenciosos” en las semanas previas.

El infarto fue grave, y a Jany le han quedado secuelas. “Estoy contenta de seguir viva, pero ya no puedo trabajar”, dice. “Al comienzo de la semana lleno una caja con las pastillas que debo tomar todos los días. He tenido que adelgazar, y ya no puedo comer grasas ni sal. Me falta energía, y necesito hacer muchas pausas para descansar”.

Cientos de miles de mujeres mueren año tras año a consecuencia de una cardiopatía coronaria, y los fallecimientos por esta causa son más frecuentes entre las mujeres que entre los hombres. Sin embargo, de acuerdo con la Sociedad Europea de Cardiología (SEC), la mayoría de las mujeres siguen creyendo que las enfermedades cardiovasculares afectan más a los varones. “Las mujeres tienen un mayor número de factores de riesgo que los hombres, pero muchas no lo saben”, señala la cardióloga sueca Eva Swahn, una de las principales portavoces de la SEC sobre el tema de la mujer y las enfermedades cardiacas.

A continuación presentamos siete hechos acerca del infarto que todas las mujeres necesitan saber.

Hecho 1: Meses antes de un infarto pueden aparecer señales de advertencia 

Estudios realizados en Noruega, Canadá y Estados Unidos con mujeres que tuvieron infartos indican que la mayoría de ellas presentaron señales hasta con un año de anticipación. Las señales más frecuentes son cansancio atípico, trastornos del sueño y dificultad para respirar. Otras son ansiedad, indigestión, adormecimiento intermitente de los brazos, y dolor en el pecho, la mandíbula, la espalda, los brazos o las piernas.

Ingalill Ekberg experimentó una fatiga inusual. “Me sentía sin energías desde el verano”, recuerda. Ahora sabe que su cansancio era una señal de que no estaba fluyendo sangre a su corazón de manera normal.

Hecho 2: Las pruebas diagnósticas ordinarias podrían no detectar un problema

La falta de riego sanguíneo en el corazón —condición llamada isquemia— se ha atribuido desde hace décadas a un estrechamiento de las arterias cardiacas grandes por acumulación de placa ateromatosa en sus paredes internas. Ésa es la principal causa de infarto en hombres y mujeres mayores de 75 años; sin embargo, ahora se sabe que la isquemia puede tener otras causas, en particular la enfermedad microvascular coronaria, en la cual las arterias cardiacas pequeñas se estrechan, se endurecen y reducen el riego sanguíneo.

En un importante estudio titulado “Evaluación del síndrome isquémico en mujeres estadounidenses”, llevado a cabo en la década pasada, se observó que hasta 50 por ciento de las participantes que tenían dolor de pecho, dificultad para respirar y malos resultados en pruebas de esfuerzo no mostraban obstrucciones en angiografías ordinarias (imágenes de las arterias grandes). “Hemos descubierto que las mujeres de edad madura no presentan la aterosclerosis típica (estrechamiento de las arterias), aunque sí anomalías cardiacas”, comenta la doctora Angela Maas, profesora de salud cardiaca femenina en el Centro Médico de la Universidad Radboud, en Nimega, Holanda.

Por su parte, Dori Naerbo, de Sirevaag, Noruega, describe en su libro A Woman’s Heart Attack (“El infarto de una mujer”), publicado en 2013, los tres infartos que sufrió en un lapso de tres meses, a los 47 años de edad. En su caso, las angiografías no mostraron ningún bloqueo, pero las pruebas de enzimas cardiacas indicaron que tenía daños en el corazón debido a la falta de riego sanguíneo.

Estos descubrimientos tal vez ayuden a explicar por qué las pruebas diagnósticas ordinarias no sirven para detectar ataques cardiacos en curso en algunas mujeres.

Hecho 3: La incidencia de infartos está aumentando entre las mujeres de edad madura

Debido al efecto protector de los estrógenos (hormonas femeninas), la mayoría de las mujeres sufren infartos a una edad entre 7 y 10 años mayor que los hombres, en general después de la menopausia, y la incidencia más alta se registra luego de que cumplen los 70 años. Sin embargo, los estudios indican que el número de infartos ha aumentado entre las mujeres de edad madura (de 35 a 54 años) a lo largo de las dos últimas décadas, mientras que el número entre los varones de esa edad ha disminuido.

Este cambio parece estar relacionado con el aumento de la incidencia entre las mujeres de los principales factores de riesgo de infarto: tabaquismo, diabetes, presión arterial alta, obesidad y sedentarismo. “Cuanto menos saludable es el estilo de vida de una mujer, a más temprana edad puede ser víctima de infarto”, dice la doctora Maas.

Por Anne Mullens / Ingimage

Fuente: Selecciones MX